Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos; los dos de su difunto marido; todavía no se había acostumbrado a su ausencia a la hora de cenar, incluso echaba de menos el repugnante olor de su interminable puro. Se disponía a cenar cuando un escalofrío le recorrió la espina dorsal y la llama de aquella lámpara de aceite cambió de forma e intensidad; volvió a colocar los dos cubiertos en la mesa y sonrió sabiendo que nunca más volvería a cenar sola.
Emocionates esas cenas con su difunto marido. Saludos desde el grupo Despojos REC
ResponderEliminarEmocionantes con un poco de mal rollo, digo yo. Jeje.saludos Lorenzo.
EliminarCena con un muerto, Buen presagio para el resto de los días en soledad, aunque yo la animaría a cambiar las velas o la lámpara de aceite por una compañía más grata que le hiciera ver la vida de otra forma.
ResponderEliminarSaludos amigo y que tengas mucha suerte en la próxima semana, con ese piano de cola en un lugar insospechado. :)
Yo como siempre con retraso contestando jeje. Se me juntan los cubiertos con el huerto. Buen consejo el que le das a esta pobre mujer, estoy contigo. Un saludo Laura.
EliminarHola Juanjo. Hasta que la muerte los separe... y a veces más. Me gusta cómo lo has planteado. Pocas palabras pero un relato lleno de sentido. Muy bien tirado. Inquietante pero sin ser macabro. Mucha suerte para la semana que viene :)
ResponderEliminarHasta que la muerte los separe; o no, nunca se sabe. Gracias por tus comentarios como siempre. Un abrazo.
EliminarGuau, no sé, casi que salga a cenar fuera, je je.
ResponderEliminarAbrazos Juanjo.
Casi mejor jeje un abrazo Miguel.
EliminarA la vez inquietante y tierno, sobre todo tierno, me ha parecido a mi.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Saludos
Un poco de las dos cosas jeje. Gracias Asun. Saludos
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